Hoy no vamos a hablar de tecnología, ni de servidores, ni de Docker. Hoy quiero meterme en un tema distinto, pero que me parece igual de interesante y que, al menos en México donde vivo, todavía se siente en el bolsillo: el Fobaproa. Sí, esa palabrita rara que aparece en las noticias cada tanto y que, aunque suene lejana, la seguimos pagando tú, yo y cualquiera que viva aquí.
El origen del chiste (malo)
Allá por 1990, en tiempos de Carlos Salinas, se inventó el Fondo Bancario de Protección al Ahorro (Fobaproa, para los cuates). La idea era simple: “si los bancos truenan, el gobierno entra al rescate”. Todo muy bonito en el PowerPoint.
El detalle es que en 1994 llegó la crisis, se devaluó el peso, y al sucesor Ernesto Zedillo le tocó estrenar el juguete: rescatar a los bancos. ¿El costo? 552,300 millones de pesos. Una cantidad tan grande que ni aunque juntaras todos los carritos de súper llenos de billetes te alcanzaría para imaginarla.
Resultado: las deudas privadas se convirtieron en una especie de “deuda nacional hereditaria”. Felicidades, si naciste en los 90, la estás pagando.
Del Fobaproa al IPAB
Para disimular el golpe, en 1999 nació el IPAB (Instituto para la Protección al Ahorro Bancario). Oficialmente, protege los depósitos de los pequeños ahorradores. Extraoficialmente, administra la deuda del Fobaproa.
Y como el gobierno tampoco quería ahorcar a los bancos, se inventó este truco: los bancos ponían dinero cada año al IPAB… pero se lo podían deducir de impuestos. O sea, sí pagaban, pero no tanto. Como cuando invitas la pizza pero divides la cuenta entre todos.
El plot twist versión 2026
Aquí entra Claudia Sheinbaum con la Ley de Ingresos 2026 y su anuncio estrella:
“Queridos bancos, se acabó el descuentazo. Lo que aporten al IPAB ya no lo deducen. Punto”.
Traducido: el SAT se embolsará 10,000 millones de pesos extra. 🎉
¿Y los bancos? Pues no son ONG. Es probable que veamos:
- Más comisiones (esa cuenta "gratis" ahora con 20 condiciones).
- Tasas un poco más altas en tarjetas y créditos.
- Adiós a cashbacks y promos jugosas.
- Más filtros para dar préstamos (más enganche, menos líneas aprobadas).
¿Y a nosotros qué?
A ver, no es el fin del mundo, pero sí un cambio simbólico: por primera vez, se le corta un beneficio histórico a la banca, y los contribuyentes dejamos de subsidiar una deuda privada que nos cayó como piñata.
Lo interesante será ver si los bancos absorben el golpe… o nos lo pasan disfrazado de “ajustes necesarios”. Spoiler: probablemente lo segundo.
En resumen
El Fobaproa nació como un seguro, explotó en los 90, mutó en el IPAB y hasta hoy seguimos pagando la fiesta. La novedad es que ahora los bancos ya no tendrán su deducción fiscal mágica. Nosotros, como siempre, atentos a las letras chiquitas.
Porque sí, la deuda se hereda como el apellido… pero mínimo que no nos salga más cara la tarjeta de crédito.
Nos vemos en la próxima taza ☕